Las horas claras
Por Adriana Morán Sarmiento
(12/09/2014)
Publicado en Leedor
Madame Savoye es una mujer atormentada por un futuro inevitable:
la vejez, la soledad. Madame Savoye se refugia en la idea de una casa. En la
casa, y en la idea de ella, en el sueño, y en la representación. Mujer, madre,
amante, Madame Savoye busca arraigar sus demonios en esa casa que ella misma
perfiló, con la ayuda de un arquitecto descortés e incisivo, un Le Corbusier
desconocido en París de la primera mitad del siglo XX.
Este personaje principal de Las horas claras me recordó a Francis,
la protagonista de la película Bajo el sol de Toscana, cuando se descubre en su
Bramasole añorada. También al relato Escribir de Marguerite Duras. Jacqueline
Goldberg la autora de Las horas claras (2013), no escribe sobre una mosca, como
Duras, sino de una naturaleza más atroz. Sin embargo no evité imaginarme ese
ser diminuto en las paredes blancas y desgastadas de Villa Savoye, mientras cae
la lluvia.
Días antes había comentado en una cena, como repuesta a la frase
anónima “la buena poesía es la que da felicidad”, que la poesía que a mí me
gusta, no es la que da felicidad, al contrario, es la que me remueve recuerdos
y tristezas, la que me hace revolcarme en mis fantasmas, y me permite sentir
como los personajes en cuestión. Esa es, para mí, la poesía de Jacqueline Goldberg,
también venezolana, también maracucha, también amiga.
Una sensación de angustia me había ceñido 10 años antes, cuando
leí Una sal donde estoy de pie. Las horas claras no es un poemario, es una
novela con versos, es un documento histórico con rasgos de ficción, es una
prosa con aderezos históricos. Esta mixtura le valió el premio del
Concurso Anual Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, en
Venezuela.
La angustia vuelve fusionada con la nostalgia del lugar que tanto
anhelo: la casa.
La casa es la verdadera protagonista del libro, si bien se refleja
a través de Madame Savoye. Es la casa la que contiene, la que lastima, la que
construye y destruye. Como inmigrante, es un tema que hiere, araña. La casa
ansiada que nunca llega. Ese lugar donde se fundan los afectos.
Un malbec acompaña la lectura en una noche clara, mientras en el
horno se perfuma una bondiola de cerdo con pimentón rojo y manzanas verdes.
Receta: Bondiola de cerdo con pimentón rojo y manzanas verdes.
Escoger una bondiola grande (1kl aprox.) abrir tipo mariposa,
salpimentar. Colocar trozos de manzana verde y cerrar. Untar con mostaza.
Aparte licuar dos manzanas verdes, media cebolla y pimentón dulce hasta obtener
la mezcla y color ideal. Agregar un poco de agua para mezclar. Colocar la
bondiola en un recipiente para horno untado con aceite. Bañar con la mezcla de
manzana, cebolla y pimentón. Añadir un poco de miel encima. Llevar al
horno tapado con papel aluminio por una hora. Retirar el papel aluminio y dejar
cocinar media hora más. Acompañar con ensalada de verdes.
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