sábado, 13 de septiembre de 2014

Por Adriana Morán Sarmiento en LEEDOR


Las horas claras

Por Adriana Morán Sarmiento
(12/09/2014)

Publicado en Leedor


Madame Savoye es una mujer atormentada por un futuro inevitable: la vejez, la soledad. Madame Savoye se refugia en la idea de una casa. En la casa, y en la idea de ella, en el sueño, y en la representación. Mujer, madre, amante, Madame Savoye busca arraigar sus demonios en esa casa que ella misma perfiló, con la ayuda de un arquitecto descortés e incisivo, un Le Corbusier desconocido en París de la primera mitad del siglo XX.
Este personaje principal de Las horas claras me recordó a Francis, la protagonista de la película Bajo el sol de Toscana, cuando se descubre en su Bramasole añorada. También al relato Escribir de Marguerite Duras. Jacqueline Goldberg la autora de Las horas claras (2013), no escribe sobre una mosca, como Duras, sino de una naturaleza más atroz. Sin embargo no evité imaginarme ese ser diminuto en las paredes blancas y desgastadas de Villa Savoye, mientras cae la lluvia.
Días antes había comentado en una cena, como repuesta a la frase anónima “la buena poesía es la que da felicidad”, que la poesía que a mí me gusta, no es la que da felicidad, al contrario, es la que me remueve recuerdos y tristezas, la que me hace revolcarme en mis fantasmas, y me permite sentir como los personajes en cuestión. Esa es, para mí, la poesía de Jacqueline Goldberg, también venezolana, también maracucha, también amiga.
Una sensación de angustia me había ceñido 10 años antes, cuando leí Una sal donde estoy de pie. Las horas claras no es un poemario, es una novela con versos, es un documento histórico con rasgos de ficción, es una prosa con aderezos históricos.  Esta mixtura le valió el premio del Concurso Anual Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, en Venezuela.
La angustia vuelve fusionada con la nostalgia del lugar que tanto anhelo: la casa.
La casa es la verdadera protagonista del libro, si bien se refleja a través de Madame Savoye. Es la casa la que contiene, la que lastima, la que construye y destruye. Como inmigrante, es un tema que hiere, araña. La casa ansiada que nunca llega. Ese lugar donde se fundan los afectos.
Un malbec acompaña la lectura en una noche clara, mientras en el horno se perfuma una bondiola de cerdo con pimentón rojo y manzanas verdes.

Receta: Bondiola de cerdo con pimentón rojo y manzanas verdes.
Escoger una bondiola grande (1kl aprox.) abrir tipo mariposa, salpimentar. Colocar trozos de manzana verde y cerrar. Untar con mostaza. Aparte licuar dos manzanas verdes, media cebolla y pimentón dulce hasta obtener la mezcla y color ideal. Agregar un poco de agua para mezclar. Colocar la bondiola en un recipiente para horno untado con aceite. Bañar con la mezcla de manzana, cebolla y pimentón. Añadir un poco de miel encima.  Llevar al horno tapado con papel aluminio por una hora. Retirar el papel aluminio y dejar cocinar media hora más. Acompañar con ensalada de verdes.

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