Las horas claras LAS VOCES MÚLTIPLES
DE JACQUELINE GOLDBERG
Por Alfonso Molina
(05/12/2014)
Publicado en Ideas de Babel
Este texto —también podríamos decir
muchos textos— se desplaza del poema en prosa a la narrativa breve, de la
alusión metafórica a la concreción significativa, incluso de una crónica lejana
a la precisión de una relación epistolar. Las horas claras se edifica con una
mezcla de líneas expresivas más allá de los géneros y propone una comprensión
global e integradora, a la vez, sobre un proceso personal en el marco de un
periodo histórico muy difícil. Texto único y múltiple —como las voces de
su autora Jacqueline Goldberg— cuya rica dimensión le valió el premio
del XII Concurso Anual Transgenérico hace exactamente dos años, en
diciembre de 2012, de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, firma
editorial encargada de su publicación hace unos meses.
Cuando se habla de la trayectoria de
la escritora zuliana surgen sus trabajos en la poesía, el ensayo, la crónica,
el relato infantil, la dramaturgia y la narrativa. Incluso, a la hora de leer
su obra premiada, recuerdo sus textos gastronómicos. Por eso no sorprende la
estructuración de Las horas claras, al amparo de una concepción global de sus
párrafos. En su nervio central se define la figura de Eugénie Thellier de
La Neuville, conocida como Madame Savoye, a principios del siglo XX. Una
mujer de la alta burguesía francesa solicita al arquitecto suizo Charles
Édouard Jeanneret-Gris, después conocido como Le Corbusier, la construcción de
la Villa Savoye, obra clásica levantada en Poissy, Francia, en 1929. Esa casa
constituye el espacio donde moran los sueños, los miedos, las angustias y las
incertidumbre que horadan la vida de esa dama en tiempos muy duros. En la
Europa que anuncia los albores de la Segunda Guerra Mundial se desarrolla este
sutil manejo de un tránsito apasionante con la combinación
de genialidad y decadencia, locura y racionalidad, como una especie de
maldición que involucra a sus gestores.
Según la presentación que escribió
Victoria de Stefano, narradora a quien respeto y admiro, en sus páginas:
se dan cita la ficción novelesca y la
historia, historia real, que es el núcleo y corazón de lo narrado, e historia
imaginada, la que se desprende como un convincente pudo haber sido de ese
punto del pasado revivido y revelado. La historia real: la casa vacacional y
fallida, sometida a los avatares de las obras construidas por los humanos a la
par o contra la naturaleza y el tiempo, que Madame Savoye, Eugénie Thellier de
La Neuville, hizo construir en Poissy por el afamado arquitecto suizo y teórico
de la modernidad en arquitectura Le Corbusier (…) Pero como Jacqueline
Goldberg, aquí en función de narradora, es poeta, tendremos que las imágenes,
los símbolos, las asociaciones, además de la línea verbal y la impulsión
afectiva de la frase, que no deja de deberle mucho a su estro poético, nos
sirven de hilo conductor y multiplicador de significados entre los altos y
bajos y las desgarraduras íntimas de Madame Savoye y su proyecto edilicio, un
utopos como fuga en el tiempo y el espacio en pos de las horas claras”.
Las horas claras —en una nota anterior
Ideas de Babel la bautizó de manera errónea pero azarosamente poética Las
hojas claras— se desliza literalmente de página en página en una
aventura narrativa que no se conforma con contar una historia, Más bien formula
acertijos, coloca pistas, separa evidencias y lanza un reto al lector. No es un
roman de gare, como dicen los franceses, sino todo lo contrario: una enorme
interrogante sobre las posibilidades del lenguaje. Por eso es una aventura con
fluidez incesante.
10
Quiso una casa para no extraviarse.
Para dejar ventanales abiertos y que entrase la roja noche de agosto, el
vocerío llorado de ciertas familias, algún pájaro, el vaho del Sena.
Deseó una villa de verano como una fe.
Y así le fue concedida.
El marido accedió a regañadientes. No
se discutió el lugar. Buscarían un terreno, un arquitecto.
Madame Savoye lo vislumbraba todo.
Sabía cuántas serían las puertas y los pasillos. Estaba claro que la cocina
miraría hacia el jardín, que habría una terraza, un baño enorme, un vestíbulo
para recibir a los huéspedes.
También reconocía cuán lejos debía estar
esa casa para que la salvase del desierto”.
En este décimo capítulo de sus textos,
Goldberg define la situación dramática en la que se ubica el personaje, su
historia y su relato. De esta manera, de forma secuencial, página a página, va
prefigurando y posteriormente confirmando un curso de su relato, heterogéneo en
su interior pero muy bien articulado por la vía de un trabajo minucioso de
escritura y corrección donde se evidencia su condición de poeta y narradora. No
sería exagerado afirmar que cada párrafo es producto de una revisión profunda e
implacable, que cada palabra ha sido elegida para establecer un significado
particular. Como trasfondo, la percepción de un mundo acechado, hostilizado,
destrozado, se torna evidencia de la insensatez y la desverguenga. Razón tenían
las angustias de Madame Savoye.
Extenso y hermoso poema en prosa, Las
hojas claras transfigura la personalidad de Eugénie Thellier de La
Neuville en una metáfora más allá de lo individual, en torno del conflicto
en puertas, sin abandonar el tono íntimo de la esperanza y el desasosiego.
LAS HORAS CLARAS, de Jacqueline
Goldberg. Premio del XII Concurso Anual Transgenérico. Sociedad de Amigos de la
Cultura Urbana, Caracas, 2014.
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